by Carlos Buj
“Las compañías no pueden evitar hacer frente a su responsabilidad con el medio ambiente” ¿Qué ONG dijo esto? Seguramente muchas, pero la novedad es que ahora esas palabras han salido de una empresa. En concreto, la cadena de hoteles nórdica Scandic. La cita -en su web- continúa: “Por lo tanto promoveremos un menor impacto medio ambiental como un medio ambiente mejor. ¿Será esto algo exclusivo de los países nórdicos, siempre más avanzados que los países mediterráneos?
Parece que no, si nos atenemos a la siguiente frase del director de Paradores, Miguel Martínez, en esta entrevista, en la que dice ”va a ser vital para cualquier país del mundo hacer turismo sostenible. El país que no hable de turismo sostenible, de cambio climático, de aplicación al turismo de energías renovables… pierde el tren del futuro”.
Las instituciones parece que también van adquiriendo el concepto, vinculando éxito empresarial y sostenibilidad: “la sostenibilidad es un imperativo para la competitividad de los destinos turísticos en todo el mundo, que se refleja en sus estrategias de venta”. Esta frase es de Humberto Rivas, de la Organización Mundial de Turismo, durante su disertación en el Foro Dominicano de Turismo (Fodatur).
Incluso la realeza se ha incorporado al discurso de la sostenibilidad turística. Así lo hizo el Príncipe Felipe de Borbón en la edición del Congreso de Ética y Turismo que tuvo lugar en Madrid hace unas semanas. No son inusuales las apelaciones a la sostenibilidad y a la responsabilidad social salidas de consejeros, alcaldes y ministros.
Apoyar el turismo sostenible o responsable queda bien, es “sexy” y mejora la reputación de quien lo hace. Sin embargo, el vocabulario y la retórica adelantan por mucho a la credibilidad que dan las acciones hechas. Obras son amores y no buenas razones dice el refrán.
Más que la mala fe de las personas que toman las decisiones, la distancia que separa el discurso y la realidad se debe sobre todo a la falta de entendimiento de las implicaciones de la sostenibilidad, que cruzan transversalmente cualquier sociedad u organización. Además requieren un esfuerzo. A menudo, las propias empresas no pueden ser sostenibles porque esto las hace menos competitivas.
No es, sin embargo, el caso del turismo, donde destruyendo el destino, es decir, la materia prima que alimenta a esta industria, nunca puede ser rentable más allá del plazo inmediato. Por no hablar de la creciente sensibilidad de los turistas (especialmente los del norte de Europa, que además son los predominantes en España).
“Las compañías no pueden evitar hacer frente a su responsabilidad con el medio ambiente” ¿Qué ONG dijo esto? Seguramente muchas, pero la novedad es que ahora esas palabras han salido de una empresa. En concreto, la cadena de hoteles nórdica Scandic. La cita -en su web- continúa: “Por lo tanto promoveremos un menor impacto medio ambiental como un medio ambiente mejor. ¿Será esto algo exclusivo de los países nórdicos, siempre más avanzados que los países mediterráneos?
Parece que no, si nos atenemos a la siguiente frase del director de Paradores, Miguel Martínez, en esta entrevista, en la que dice ”va a ser vital para cualquier país del mundo hacer turismo sostenible. El país que no hable de turismo sostenible, de cambio climático, de aplicación al turismo de energías renovables… pierde el tren del futuro”.
Las instituciones parece que también van adquiriendo el concepto, vinculando éxito empresarial y sostenibilidad: “la sostenibilidad es un imperativo para la competitividad de los destinos turísticos en todo el mundo, que se refleja en sus estrategias de venta”. Esta frase es de Humberto Rivas, de la Organización Mundial de Turismo, durante su disertación en el Foro Dominicano de Turismo (Fodatur).
Incluso la realeza se ha incorporado al discurso de la sostenibilidad turística. Así lo hizo el Príncipe Felipe de Borbón en la edición del Congreso de Ética y Turismo que tuvo lugar en Madrid hace unas semanas. No son inusuales las apelaciones a la sostenibilidad y a la responsabilidad social salidas de consejeros, alcaldes y ministros.
Apoyar el turismo sostenible o responsable queda bien, es “sexy” y mejora la reputación de quien lo hace. Sin embargo, el vocabulario y la retórica adelantan por mucho a la credibilidad que dan las acciones hechas. Obras son amores y no buenas razones dice el refrán.
Más que la mala fe de las personas que toman las decisiones, la distancia que separa el discurso y la realidad se debe sobre todo a la falta de entendimiento de las implicaciones de la sostenibilidad, que cruzan transversalmente cualquier sociedad u organización. Además requieren un esfuerzo. A menudo, las propias empresas no pueden ser sostenibles porque esto las hace menos competitivas.
No es, sin embargo, el caso del turismo, donde destruyendo el destino, es decir, la materia prima que alimenta a esta industria, nunca puede ser rentable más allá del plazo inmediato. Por no hablar de la creciente sensibilidad de los turistas (especialmente los del norte de Europa, que además son los predominantes en España).
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